Los medios audiovisuales, dada su extraordinaria penetración, su eficacia expresiva y su poder evocador, son excelentes instrumentos de apoyo para rescatar la historia y acercarla a los ciudadanos. En 1938 Orson Welles, sembró el pánico entre el público que creyó en una verdadera invasión marciana mediante una recreación radiofónica de La Guerra de los Mundos de H.G. Wells. Durante todo el año 2008 en el que celebramos el bicentenario de Los Sitios que enmarcan este simposio, Francisco Escribano y José Antonio Alaya han recreado magistralmente en Onda Cero Zaragoza el transcurso diario de la ciudad sitiada, en unos minutos de radio semanales cuyo poder evocador nos trasladaba con enorme eficacia al ambiente cotidiano de la Zaragoza de 1808 como sólo desde la radio se puede conseguir. Welles transformó la ficción en realidad y Onda Cero ha reproducido la realidad desde la ficción. Son sólo dos ejemplos del poder de la tecnología mediática para convertir la ficción en parte de la historia y para acercarnos la historia a través de la ficción.
Sin embargo, hoy los medios de comunicación, independientemente de sus contenidos, no son un instrumento de acercamiento a la realidad presente ni una herramienta de aproximación y comprensión del pasado, sino un masaje que produce un cambio en la percepción de la realidad en los usuarios que los consumen. Su omnipresencia, la sobreinformación que producen, su interconexión y su dependencia absoluta de la actualidad, la preeminencia de la imagen sobre la palabra, la presión del consumo publicitario, la tiranía de las audiencias, la confusión del ver y el comprender… impiden al usuario un encuentro sereno y reflexivo con la realidad. «Las ventanas han sido sustituidas por pantallas», dice el profesor Cembranos. Y añade: «Los mass-media han ido creciendo hasta convertirse en una especie de nuevo medio ambiente, creando una inversión que hace que para muchas personas ya no haya otra realidad relevante que la que produce la televisión». Los medios han dejado de ser intermediarios para convertirse en creadores de un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada.