![Atrapados: Cómo las máquinas se apoderan de nuestras vidas de [Nicholas Carr]](https://m.media-amazon.com/images/I/519rLuver2L._SY346_.jpg)
Tal y como anunciamos hace unos cuantos días, nos hemos leído el nuevo libro de Nicholas Carr. Como siempre, lo estrujamos y reseñamos aquí en lo que nos han parecido sus ideas principales.
Carr comienza su ensayo con una advertencia: « Este es un libro sobre el uso de ordenadores y software para hacer cosas que solíamos hacer nosotros mismos.» Como en el anterior –Superficiales, ¿qué está haciendo internet con nuestras mentes?–, se adentra de nuevo en el difícil terreno de los efectos del uso de la tecnología en los usuarios. Yo diría que en este caso en un terreno mucho más difícil. En primer lugar porque el tema en sí mismo lo es –difícil-. Pero sobre todo porque los propios usuarios nos resistimos con fuerza al análisis racional de una relación que vivimos emocionalmente: «La balanza está inclinada, económica y emocionalmente, a favor de la automatización. Las ventajas […] son fácilmente identificables y mensurables. Los costes son más complicados de precisar. … ¿cómo se mide el coste de la erosión del esfuerzo y el compromiso, o la mengua de la independencia y la autonomía, o el deterioro sutil de la habilidad? No se puede. Son el tipo de cosas borrosas, intangibles, que raramente apreciamos hasta que se han ido e incluso entonces, puede que nos cueste mucho expresar la pérdida en términos concretos.» Es en definitiva un intento de penetrar en la intimidad del usuario y la máquina.
Es un problema cualitativo profundamente enraizado en mecanismos de carácter psicológico y conductual. «Hay algo mágico en la automatización informatizada. […], parece realmente que estemos entrando en un mundo feliz.»
Hay un par de mecanismos, de sesgos cognitivos –la “paradoja del trabajo” y el “deseo errado”– que condicionan nuestra manera de actuar y nuestra manera de comprender cómo actuamos ante la tecnología.
La paradoja del trabajo no es ni más ni menos que el hecho de que no nos gusta trabajar y nos quejamos de estar en el trabajo, pero somos más infelices cuando no trabajamos. «Somos más felices cuando estamos absorbidos por una tarea […], nos sumergimos en el flujo de nuestro trabajo, […]obviamos las distracciones y trascendemos las preocupaciones que asolan nuestra vida cotidiana» y que afloran en nuestros momentos de ocio cuando nuestra mente se disipa y se relaja. Trabajar, en definitiva, nos distrae de nosotros mismos que somos casi siempre nuestro problema.
Por el “deseo errado” «nos inclinamos a desear cosas que no nos gustan y a disfrutar de cosas que no deseamos.» Es decir, continuamente –de eso se aprovecha a menudo la publicidad– estamos eligiendo cosas que no nos hacen más felices y rechazando otras que sí lo hacen. La pereza nos hace rechazar lo que percibimos como esfuerzo, eludir la responsabilidad, soslayar lo complejo. Y sin embargo, es en el esfuerzo, en la responsabilidad y en el afrontar lo complicado donde nos sentimos más humanos y más libres y, por lo tanto, más felices. Nos sumergimos en la marea de la televisión, en la vorágine consumista de una gran superficie, en el matarratos de una red social o del surfing por internet. Huimos de los riesgos del encuentro personal, sustituyéndolo por la protección del chat o la relación virtual, pero todo eso nos acaba produciendo un gran sentimiento de insatisfacción. «Con demasiada frecuencia, la automatización nos libera precisamente de aquello que nos hace sentirnos libres.»
Aunque finalmente, «los costes son reales. Las decisiones que tomamos o dejamos de tomar, sobre qué tareas entregamos a los ordenadores y cuáles nos guardamos para nosotros no son decisiones prácticas o económicas Son elecciones éticas. Moldean la sustancia de nuestras vidas.»
Referencias:
Nicholas Carr, Atrapados, cómo las máquinas se apoderan de nuestras vidas, Madrid, Taurus, 2014.
Superficiales, Doce entradas del blog comentando el libro anterior de Carr



Pues sí, al final la “automatización” va a ser en nuestras vidas un valor tan intangible como el de la salud, al que solo apreciamos cuando lo perdemos. “Hay algo mágico en la automatización informatizada,…” dice Carr con total acierto porque, en efecto, los resultados de su uso nos hechizan, nos encantan y, cuando menos, se nos hacen extraordinariamente atractivos. Así se explica que seamos los propios usuarios los que nos resistamos al análisis racional de una relación que vivimos -directamente- en el plano de la emoción, como apunta sagazmente, Pepe Boza. Y es que nuestra intervención en las nuevas tecnologías nos devuelve unos resultados que parecieran contrarios a las leyes naturales, es decir, de alguna forma, podemos experimentarlos como algo “sobrenatural” y mágico. Y siendo así: ¿por qué habríamos de perder tiempo analizando una tan satisfactoria realidad? Naturalmente, hacerlo no sería perder el tiempo porque nunca será tal cosa tratar de entender la naturaleza y funcionamiento de nuestras conductas si sobre ellas queremos actuar con buen criterio, pero es fácil admitir que la dimensión facilona y gratificante de la automatización informatizada poco o nada anima a tomarse el esfuerzo de su reflexión. Así que el trabajo de este blog roce lo heroico. Pero nada: insistir es existir.
José Luis.
Desde hace tiempo, vamos confirmando una y otra vez que la raíz del mal uso y de los consiguientes efectos perversos de la tecnología está en la fragilidad de los usuarios. Es así de humillante, pero la simple pereza es una enorme productora de «vicios» tecnológicos. Sin embargo, es así, desde la humildad de la humillación, que podemos empezar a conocernos y aprender a tomar medidas.
Me apropio del lema final para continuar en la brecha: insistir es existir.
buenos dias, gracias por la información, me ha servido mucho.Dejo mi me gusta.
Yo me dedico al mundo de internet o bien mejor dicho SEO y la verdad que el articulo en sí esta realmente bien organizado