
Los medios no influyen sólo por las imágenes que muestran haciéndonos ser algo que no somos, sino por las que nunca proyectan impidiéndonos ser lo que no podemos ver. Y es que es «lo que ves lo que te da una idea de lo que puedes llegar a hacer en el mundo», como explicaba muy bien el documental Miss Escaparate. Esto afecta profundamente a millones de mujeres que, desde la adolescencia, reciben el mensaje de que para triunfar –o lo que es peor, para incluso encontrar su identidad– deben ajustarse al frustrante perfil de un espejismo en el que el valor sustancial es la visibilidad del cuerpo ornamental y no de los talentos invisibles como el trabajo, el esfuerzo, la audacia o la generosidad, por ejemplo.
Pero es que, además, «en todos los medios de comunicación – se decía allí– se observa una aceptación generalizada de las mujeres como objetos sexuales, cuerpos de decorado para los jóvenes espectadores». Una imagen que interiorizan sin darse cuenta y que acaba formando parte de sus rutinas en la relación con el otro sexo. «La hipersexualización que hay en Hollywood – añade– es tóxica, eso es incuestionable y nos afecta a todos… » a las mujeres y a los hombres.
Pareciera que años de feminismo habrían tenido que calar en ese modelo social, pero no parece que haya sido así y no parece que a las feministas –demasiado ocupadas con el género– esto les preocupe demasiado. En ser lo que odias ya afirmábamos la omnipresencia social de un feminismo paradójico que parece aceptar como bueno el estereotipo simbólico y mediático de una mujer aparentemente emancipada e independiente, pero que asume para lograrlo lo peor de la caricatura machista que critica: «soltería empedernida, sexo seguro –es decir, alejado de cualquier planteamiento familiar o comprometido–, salidas nocturnas, tabaco, alcohol, tacos y conversaciones que sólo giran alrededor del acoplamiento y sus aledaños».« Sí –decíamos– Ya son aquello que odiaban: inmaduras e irresponsables; es decir, ya son hombres. O, al menos, los hombres que querían combatir.» Y eso, sí: siempre en el estándar de belleza escultural de photoshop y de casting de pasarela.
Para muchos, observa Carmen Posadas, la relevancia social de ciertas mujeres consortes de políticos – Michelle Obama, como ejemplo paradigmático- que convierten su aspecto, su peinado, su presencia física, en trending topic en la red, es un síntoma de que la mujer es más reconocida que antes. Sin embargo, dice Posadas, no es la mujer la que es más reconocida, sino su imagen de mujer, es decir, su figuración, su personaje simbólico que, una vez más se ajusta más al perfil de «sé guapa y cierra el pico» de toda la vida que a un perfil con verdadera influencia política, económica o profesional.
Publicidad, series, medios… siguen bombardeando el medioambiente simbólico con imágenes de mujeres que siguen teniendo su razón de ser en su cuerpo más que en su talento o en sus virtudes. Es cierto que hay ya muchas de ellas que pueden dar patadas, conducir vertiginosamente, disparar muy rápido, pero lo hacen sobre inverosímiles tacones altos, ceñidas en tópicos y sexis cueros sadomasoquistas y pulcramente maquilladas como una top model, es decir, como floreros.
No parece pues que la imagen simbólica femenina haya contribuido demasiado a liberar a las mujeres, sino que continúa perpetuando la mujer florero de toda la vida. Es quizá un florero distinto, menos doméstico y maternal, pero igualmente domesticado y al servicio del fetichismo sexual de los varones. Gran avance.



Estupenda síntesis, Pepe. Me gustó mucho el documental citado y me gusta, casi más aún, la oportunísima observación de Carmen Posadas. Especialmente porque ella, que ha sido y es una mujer influyente – y enormemente femenina -, sabe bien de lo que habla.
José Luis
Pepe un artículo tan bueno como necesario pero emborronado por la falta de reconocimiento a la causa feminista que ha permitido que en el occidente desarrollado pueda, por ejemplo ahora, escribir una opinión.
Lo que tu relatas es la competencia: la feroz forma de relacionarnos que responde a ponerse por encima para llegar al equilibrio.
Si nos retrotraemos al sufragismo de finales del XIX, todo mi reconocimiento. Pero el feminismo del siglo XX – al menos el que yo he conocido en directo desde los años 70 del pasado siglo- ni es el responsable de la democracia, ni, desde luego, ha colaborado en la liberación de la mujer, sino que, enrarecido con la ideología, ha confundido el final de la espalda con las témporas, las churras con las merinas y la gimnasia con la magnesia. Por lo demás, lo que afirmo es que ahora cualquier feminismo está desaparecido ante la marea consumista en la que la mujer, una vez más es objeto y no sujeto.
Abrazos, Susan.
Susana: ¿Ponerse por encima para llegar al equilibrio?
José Luis
El feminismo tiene por delante denunciar y atajar cualquier situación que violente a las mujeres. Por ejemplo, con todo lo que está sufriendo el pueblo palestino, además Hamas ha impuesto el velo a las estudiantes en la universidad de Gaza. Siempre el poder sin cortapisas instala la injusticia que lo mantiene fuerte. Las mujeres son una extensa diana.
No es prerrogativa solo de las mujeres la denuncia, el interés en revertir cualquier situación machista o el respeto por lo conseguido, ellas comenzaron, pero esta sensibilidad es patrimonio común.
Me apunto a la distinción entre ‘feminismo’ y ‘feminismo paradójico’. El ‘hembrismo’ tampoco aporta sino mayor diferencia y competencia.
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Ahora para José Luis:
¿Ponerse por encima para llegar al equilibrio?
Con esta paradoja he querido mostrar que, resultando absurdo para el mundo físico, lo es igualmente en el relacional.
Gracias, Susana. Me has aclarado perfectamente el sentido que le diste a tus palabras.
Por otra parte, has utilizado en tu comentario una imagen verbal magnífica: «Las mujeres son una extensa diana». Una diana, en efecto, ¿para qué?… El post y luego el comentario de Pepe al tuyo, nos habla sin paliativos de una diana… para lo peor. Yo veo una diana acribillada con dos tipos de dardos: los que le han disparado a la mujer la ideología laicista radical y los que le ha disparado la economía de consumo masivo. ¿Cómo no iban a aprovechar tan extensa diana estos dos cánceres propios de la modernidad de matriz occidental? Yo veo una mujer violentada por ideologías que la comparan a las conejas si en el uso de su vocación -y de su naturaleza- optan crear familias extensas; yo veo un sistema económico de producción masiva de «bienes» de consumo que le impide y le roba el tiempo y los recursos precisos para dedicarse a tal tarea; yo veo una economía de mercado basada en el consumo, que le propone a la mujer un modelo concreto de conducta para «liberarla» y «hacerla feliz»: ocuparse de su belleza externa como modo (como único modo) de «sentirse bien» consigo misma y de que «la sientan bien» los demás, la sociedad. Y no pocas mujeres….. no han resistido su entrega al modelo. Y no veo, por cierto, que los feminismos actuales ni los recién pasados, denuncien esta «cosificación» practicada a la mujer y contra la mujer. Parecen conformarse con poder calificar de sexistas a los varones que en un desahogo irrefrenable o con mala pata (también) osen decirles, por ejemplo, «tía buena». Así de ridículo. Así de patético.
José Luis
La denuncia es necesaria cuando los derechos de cualquier colectivo, en este caso el de las mujeres, es vulnerado.
Que no puedan salir solas a la calle en Afganistán, que no puedan conducir en Arabia, que no puedan firmar en el tiempo de nuestras propias madres, el maltrato silenciado o denunciado, que no vayan a la escuela en África, la práctica sexual con niñas vírgenes para curarse del SIDA los varones infectados, la ablación, que las casen con quien convenga a la familia, la mayor o menor dote y ellas como monedas de cambio,…
¿Qué más queréis?
Decir a las mujeres que no se crean toda la publicidad ¿de verdad pensáis que para eso sirve el feminismo?
Si la mujer fuera una débil mental habría que protegerla, como se hace con los niños, ancianos, disminuidos.
Dice Pepe: «Es cierto que hay ya muchas de ellas que pueden dar patadas, conducir vertiginosamente, disparar muy rápido, pero lo hacen sobre inverosímiles tacones altos, ceñidas en tópicos y sexis cueros sadomasoquistas y pulcramente maquilladas como una top model, es decir, como floreros.»
¿Quién tiene que proteger a nadie de los propios excesos? ¿Qué derechos de otros vulneran, qué injusticias perpetran, qué desarrollo frenan?
El amanecer moral al que aspira la humanidad es labor de todos los que tienen esa conciencia. Una nueva manera de estar en el mundo hará que se sientan bien hombres y mujeres. Si muchas mujeres son engañadas por un tipo de consumo que incide en la propia imagen, también los hombres además de lo que ‘traían’ ahora se depilan y enferman con sobredosis de proteínas mientras pasan las horas en el gimnasio.
Concluyo: hay que proteger al que es abusado antes que al necio; al violentado, no al que se agita por aburrimiento; a los que no comen a causa de los insaciables porque estos tendrán buenos abogados que les defiendan.
Susana:
Nadie puede opinar que no hay que defender los derechos vulnerados que enumeras y muchos otros que han quedado sin enumerar. No sabía, lo reconozco, que eso constituye una preocupación y un campo de acción real en el que se esté empleando el feminismo radical de filiación laicista que aparece en los medios. Seguramente, así será, hay otro feminismo que yo desconozco que no aparece en los medios que está denunciando y trabajando en todo lo que reclamas que hay que trabajar. Procuraré subsanar esta desinformación mía, de verdad. Creía que en esos campos se ocupan, mayormente, onegés de inspiración cristiana y otras onegés.
Pero es obvio que el post habla de otros vértices del fenómeno global de utilización de la mujer. No son contradictorios, son distintos y complementarios, si no en sus causas, sí en los resultados: mujer acribillada. mujer vulnerada en su dignidad, en sus derechos. En su naturaleza. Para mí, no es menor agresión la que se produce en un campo que en el otro.
Te preguntas y nos preguntas «¿quién debe proteger a nadie de los propios excesos?». Te respondo: eso que llamas «propios» resulta que no lo son. Esa es la cuestión medular. Esos «excesos» son inducidos (inyectados en vena, verdaderamente) por unas poderosísimas empresas de mercadotecnia y unos poderosísimos fabricantes de humos y encantos y unas poderosísimas ideologías laicistas radicales y un penetrantísimo medioambiente simbólico y muchos otros factores que no es posible enumerar íntegramente, que han conseguido inocular en el cerebro de muchísimas mujeres la idea de que si su imagen externa no es atractiva (por decirlo con suavidad)… no tienen nada que hacer. Y aceptan ser tratadas como cosas porque en eso las han convertido previamente. Te preguntas: «¿qué desarrollo frenan (se frena)?» Te respondo: por lo pronto el demográfico. ¿Qué opinas de que una mujer embarazada o madre ya, sea despedida por tal causa? Eso también es importante y esta pasando aquí mismito.
En fin, disculpa la extensión. No es éste el sitio adecuado para ella.
José Luis