«El espectador de hoy, de imágenes trepidantes, ¿puede pararse a ver un cuadro?» le preguntan a Lech Majewski, director de cine polaco, en religiónenlibertad.com.

– Pensemos en los jóvenes de hoy, con sus videojuegos. Les dan puntos por disparar y matar muy rápido, por actuar sin pensar. Les dicen: ¡dispara a todo lo que se mueva y si eres bueno te subimos un nivel! Los entrenan para no pensar. Pero para entender un cuadro hay que pararse, pensar, contemplarlo…

59 segundos es el tiempo para desarrollar un argumento sólido y profundo sobre cualquier tema en un programa de debate de ideas –es decir, de pensamiento ¿no?– en televisión.

10 minutos es la duración máxima de la mayoría de los vídeos que podemos ver en You tube.

28, 9 segundoses la duración media de un spot de televisión.

143 caracteres es el espacio disponible en Twitter donde se supone que «hay que estar» para dar razón de la actualidad personal, social, política o ciudadana. Píldoras neuronales en las que las noticias y las opiniones se comprimen hasta lo irrazonable.

La política pop, el slogan, el exabrupto y la andanada del talk show, el fast think, el surfing de la red, el saltamontes internáutico del enlace… el ritmo, el vértigo, el mareo.

El tiempo huye y el pensamiento que una vez tuvo peso y densidad, pasa de líquido  –Bauman– a gaseoso y huye también con él.