Hace unos días José Luis Rodríguez hacía un brillante comentario al Whatsapp citando de memoria, mejorándolas, unas palabras de Albert Boadella en una conferencia que dio en la Universidad de Comillas en el marco del ciclo “La lengua interpretada”. Les recomiendo la conferencia y también la que en el mismo ciclo imparte Rafael Álvarez, “El Brujo” que es un homenaje al valor de la palabra oral y viva. Ambas merecen la pena. Abajo están las referencias.
Me pareció que el comentario de mi amigo merecía pasar al primer plano de un post y aquí lo traigo acompañado de la transcripción de otra parte interesante de las palabras del director catalán. Ambos añaden luz verbal para comprender el medioambiente simbólico que estamos construyendo al propiciar el exhibicionismo digital. Un fenómeno que banaliza la intimidad hasta hacerla desaparecer convertida en tecnológica extimidad. Es una pérdida colectiva que nos afecta a todos y de la que todos, queramos o no, participamos pues está en el aire simbólico que respiramos y compartimos. Y es una pérdida que nos degrada colectiva e individualmente y que hay que luchar por recuperar y luego proteger. Otra tarea educativa urgente para padres y educadores.
«Preguntaba el asistente –nos contaba José Luis- a qué se debía que el público actual de teatro se conformara tan fácilmente y “lo aplaudiera todo” (hecho del todo desmotivamente para los actores según había dicho el señor Boadella en el transcurso de su conferencia) y esta en esencia que no en literalidad fue su respuesta: “la gente ha perdido su intimidad, la ha regalado, la regala permanentemente gracias a las nuevas tecnologías o sin el concurso de ellas. En mi juventud la intimidad tenía un carácter sagrado y tan solo se exponía – en caso de necesidad – al amigo íntimo, a la madre, al padre, … y poco más. Había algo que guardar porque se sabía que su profusión equivalía a tu despersonalización. Hoy el afán es bien distinto: es parecerse lo más posible unos a otros… De esta guisa, la sociedad se ha teatralizado hasta límites ridículos,…. Para el actor ya no es posible “tocar” el alma particular de cada espectador sino el de una masa de espectadores entregada a “pasar un rato colectivo” y eso implica reír si los demás ríen. Y el “pacto inefable” previo a la representación es “pasar un buen rato”, de tal modo que si alguien osa no reír queda señalado por el resto,….. Esto es una verdadera forma de despersonalización,…. una nueva dictadura» .
Y esta es la transcripción literal de algunos fragmentos del vídeo de Boadella:
«La sociedad actual lo teatraliza todo. Se ha vuelto enormemente exhibicionista.
La gente, por ejemplo, cuando se casa, lo que importa no es el ritual, sino las fotos, la película que se hace de la boda y hacen toda clase de posiciones, y, en medio de la boda hay un camarógrafo, un fotógrafo con una cámara…
Hay una enorme epidemia exhibicionista. Vemos a través de los medios públicos, de la televisión, cómo un ciudadano o ciudadana cuenta su vida sexual a millones de personas, no solamente la suya, sino la de la pareja, que es peor. Esto ha cambiado muchísimo y tiene una influencia tremenda. En EL Rapto de Talía yo decía que esto era algo como lo del fuego de Prometeo…
Que se induzca al ciudadano a la exhibición es una cosa muy peligrosa, es como una droga, [provoca adicción, pero sobre todo tiene un alto nivel de tolerancia: hay que aumentar la dosis para que produzca el mismo efecto]… Es algo que sólo lo podemos tocar los expertos en el asunto, los actores sabemos lo que es el exhibicionismo. Muchos de los actores cuando hacen su trabajo pierden la chaveta y les cuesta mucho a veces abandonar un personaje e incluso llegan a tomar tics de este mismo personaje durante un tiempo, o hablan como él. Es algo enormemente peligroso, es algo que hay que saber gestionar. Y esa locura exhibicionista que está en la sociedad es un desmadre de indignidad, de cutrez…
Y creo que sí que ha tenido una influencia enorme sobre el teatro porque, finalmente, hoy, los que hacemos menos comedia somos los actores ante una sociedad que está en un estado constante de contar sus vidas. Vas por la calle y encuentras a alguien y rápidamente te ha contado sus desgracias, sus intimidades […]. Hay cosas que antes, pertenecían a un mundo que se llamaba “la intimidad” y jamás la intimidad era algo público, por una especie de dignidad personal que te llevaba a contar la a un amigo íntimo, a tu padre, a tu madre, pero no rebasaba unas ciertas fronteras.
Es una teatralización social tremenda que lleva a una obsesión por el yo, este yo obsesivo que interviene constantemente en nuestra sociedad y que ha afectado de forma muy importante al arte. Los artistas, también han acabado por enseñar las tripas y ha llevado a que lo que se hace muchas veces en el escenario sea provocador a base de una serie de barbaridades públicas o estupideces a las que se llama provocación una provocación con la que yo no quiero saber nada».
Referencias
Abert Boadella en Comillas, ciclo “La Lengua Interpretada”
Rafael Álvarez, ‘EL Brujo’ en Comillas, ciclo “La Lengua Interpretada”