Hay ocasiones en que el medioambiente simbólico se hace físico y asfixia lentamente a la ciudadanía. Los cuerpos se hacen carne y chocan contra su propia imagen cuando la talla simbólica y el cuerpo real al que visten no coinciden. Normalmente, la no coincidencia entre lo virtual y lo real es una miopía de la mirada o de las ideas, pero aquí el desenfoque se encarna y los cuerpos no entran en sus tallas.
Algunos dicen que el Medioambiente simbólico aprieta, pero no ahoga. Condiciona, sí. Entorpece. Molesta, pero no llega la sangre al río. Uno convive mal que bien con el espejismo y se acostumbra a la impostura del simulacro como se acostumbra uno a casi todo.

Sin embargo, con la talla, ya no es la mente, el alma, el reino de las ideas, las creencias, las valoraciones… el que sufre. Lo que sufre es, directamente, el cuerpo real que no se ajusta al cuerpo imaginario, simbólico, estereotipado de las y los modelos para los que los fabricantes por lo visto hacen la ropa.

Y eso hace daño. Porque hay consumidores que no se resignan a no ser imaginarios, muriendo en el intento de modelar un cuerpo real como si se tratara de una imagen tratada con Photoshop.

¿Quién dijo que el medioambiente simbólico aprieta, pero no ahoga? Aprieta y ahoga.

Vean publicidad, no la consuman o serán consumidos, asfixiados, apretados por ella.