De nuevo el denostado Juan Manuel de Prada reflexiona en su sección Animales de Compañía del XLSemanal, sobre un tema recurrente también en este blog: la distancia enorme que separa la «imagen pública» creada artificialmente por los medios y la persona real a la que representa y sustituye. Una vez más con su testimonio se pone de manifiesto cómo la intermediación mediática, en vez de acercarnos la realidad y la verdad, nos aleja de ella porque la deforma convirtiéndola en mentira.

Cuenta De Prada cómo en un curso de verano con universitarios, estos mediante el contacto directo con su persona, abandonaron sorprendidos la imagen negativa prejuzgada que en muchos de ellos había construido el intermediario tecnológico mediático responsable del medioambiente simbólico que respiramos. «No eran razones literarias [las que habían construido el mal concepto que tenían sobre él] sino derivadas de mi ‘proyección mediática’». En otras ocasiones, se ha encontrado con personas que por la misma sinrazón, se adherían a su personalidad de manera visceral, precisamente porque esa proyección mediática les sugería que su persona convertida en personaje era supuestamente gemela de la suya.

«¿Por qué -se pregunta el escritor-. Pues imagino que, en gran medida por aquello que proclamó McLuhan («El medio es el mensaje»); pero tal vez también porque el medio mata todos los mensajes.» Especialmente los más profundos, las verdades más personales que escritas en un periódico resultan initeligibles y expuestas en la televisión se convierten directamente en ridículas

«He aquí -dice- la triste conclusión a la que he llegado con el tiempo: los medios de comunicación no sirven para transmitir una ‘verdad personal’; por el contrario, todo lo que es ‘verdad personal’ se evapora misteriosamente en la transmisión mediática, y su hueco lo ocupa enseguida un ruido aturdidor».

¿Lograrán Twitter, Facebook, Instagram… o incluso el Whatsapp lo que ni los periódicos ni la televisión, ni la radio, han conseguido? Me temo que no. Al menos, por ahora, no hay más silencio, sino precisamente, muchísimo más ruido.