Me manda José Luis un correo que merece la pena hacer público en el Blog:

En Abizanda (Huesca) hay un pedazo de torre medieval. Era una más del cordón pirenaico de torres vigía con capacidad defensiva que los cristianos dispusieron para frenar la invasión de los moros. En uno de sus costados, a buena altura, justo debajo de un hueco en el muro, ha quedado fijada sobre la piedra gris una especie de estela oscura de notable longitud. Eran los desechos  orgánicos que los humanos habitantes, sentados en unas mínimas tablas que volaban el edificio, abandonaban por gravedad a la madre naturaleza.

Acabo de ver lo que para el mismo fin es ya común utilizar en el oriente y ―quién lo duda― pronto puede serlo en el resto del mundo (avanzado). Sin poder evitarlo, me ha venido a la cabeza la idea de que esta necesidad, la de quedar aliviado, siendo del todo básica o primaria, queda ajena e inmutable al avance del interfaz para su ejecución. Me consuela mucho pensar que el mismo relax ha podido sentir tras la micción el hombre medieval que el contemporáneo, el prehistórico que el futuro hombre espacial.

No lo pensamos a menudo, pero hay gran lección en considerar aquellas cosas en las que el hombre permanece inalterado e inalterable en sus placeres y sus sufrimientos. Así físicos como psíquicos, materiales como espirituales. Aquellas a las que la tecnología no acaba de alcanzar.

¿No serán de alguna manera estos inodoros electrónicos la misma cosa que nuestras «nuevas tecnologías», es decir, interfaces inútiles al hombre? ¿De qué nos sirve estar tan comunicados con el mundo, si lo que necesitamos -y nos da placer- es estarlo con nosotros mismos y con nuestros seres queridos? ……

Interrumpo mi discurrir, para ir a dar un paseo, otra actividad inasequible al cambio tecnológico.

   Un abrazo.       José Luis.

Usen las tecnologías, no las consuman o serán consumidos por ellas.