Van Gogh, Zapatos

La enfermedad y uno de sus efectos colaterales, el dolor, son dos de los conceptos más turbios y contaminados en este medioabiente simbólico que nos ha tocado vivir. En una larga entrevista a un psiquiatra, el Dr. Carlos Ranera en Taní una revista interna del ámbito sanitario catalán, leo con la sorpresa del que ya no está acostumbrado a ver negro sobre blanco un pensamiento tan políticamente incorrecto y, por tanto tan refrescante y saludable para el aire simbólico que respiramos unas cuantas palabras de verdad, de las de antes, y las traigo aquí al Blog para reflexión y disfrute de todos.

«Las palabras loco y locura. Palabras que a mí me siguen pareciendo respetables y bellas, y que no se interponían entre los pacientes y nosotros, no denunciaban, sino que intentaban dar un significado humanizante a la experiencia delirante».[…]


«Para las definiciones actuales, tipo OMS, la salud como “un estado de bienestar biopsicosocial” es algo inalcanzable.[…] No todos deberíamos de estar locos, ni volvernos locos, ni acudir al sistema sanitario para buscar soluciones a los problemas de la vida cotidiana.[…] Los límites entre salud y enfermedad son porosos, pero también coyunturales y sometidos a las reglas del mercado. Hay enfermedades que venden y medicamentos que buscan una enfermedad para ser vendidos. Hay nuevos diagnósticos hechos a medida del momento social, cultural, incluso político. Y si se puede diagnosticar, habrá que ensayar una estrategia terapéutica ad hoc. Esta es la trampa. Toleramos mal el sufrimiento, cualquier tipo de sufrimiento, aunque sea la expresión necesaria para superarnos, como ocurre con el duelo, las separaciones o las crisis vitales.  [… ] Por el contrario las grandes enfermedades mentales tienen una estabilidad transcultural, son las mismas aquí que en Senegal, Australia o EEUU…, el esquizofrénico tiene la misma clínica en todas partes. Prestamos asistencia psiquiátrica a problemas de la vida cotidiana y escasea nuestro tiempo y recursos para atender el trastorno mental grave».[…]


«Hemos transmitido a la opinión pública el falso mensaje de que todo sufrimiento tiene un tratamiento, hemos descuidado la palabra y la hemos devaluado a la categoría de “charla” promoviendo así un afán pedagógico que pretende transmitir la idea de que conociendo el embrollo del pensamiento en el que uno está, puede evitarlo. Los psiquiatras derivamos a los psicólogos aquellas consultas en las que se demanda hablar, abrumados por las listas de espera […]


El sufrimiento convertido en enfermedad y por tanto relegado a las consultas y ocultado vergonzosamente a la sonrisa del consumidor que debe brillar siempre feliz y estúpida. La enfermedad, la muerte, el sufrimiento, sometidos a las reglas del mercado, no tienen sitio en esta saciedad de consumo si no es como espectáculo ficticio o como realidad lejana sufrida por los otros al otro lado del cristal del televisor. Proscritos, condenados y desterrados de la vista de los niños, del glamur publicitario de los escaparates, de las grandes superficies, de las charlas de buen tono…, se nos niega la posibilidad de afrontarlos dignamente y hacernos así más humanos. Hay alguien que Organiza Mundialmente la Salud. Y no es Dios.