Abundando más en lo que decía en el post anterior, no me resisto a volcar aquí lo que al respecto escriben Lipovetsky y Serroy (Pantalla Global, cultura mediática y cine en la era hipermoderna, Anagrama, Argumentos, 395, Barcelona 2009) refiriéndose a la retransmisión televisiva del deporte:
«Sobrepresencia televisual que se impone incluso en los estadios, donde los actos se televisan y emiten dentro del recinto, mientras tienen lugar (…). Repetidos en pantalla gigante, no pueden sino modificar la percepción del acontecimiento deportivo, transformado por este hecho en hiperespectáculo.

Se consolida de manera creciente, una estética de la transmisión que se basa en las lógicas de la espectacularización, la dramatización, y la estelarización para despertar la emoción y llegar al mayor público posible. La televisión ha creado una puesta en imágenes específica del deporte, una reescritura del espacio tiempo de las competiciones de alto nivel. Espectacularización del deporte que se apoya a la vez en la emisión en directo y en la reconstrucción mediática del tiempo de la competición: supresión de los tiempos muertos de emisión, inserción de secuencias pregrabadas, entrevistas en directo, concentración en los deportistas estelares, reanudación de las imágenes decisivas, cámaras lentas en abundancia, diferenciadas según los planos, cenefas y ventanillas durante el desarrollo de la competición. Se trata de hacer espectáculo y relato (comentarios a varias voces, cuadro de estadísticas), de dramatizar (primeros planos, contadores de velocidad), de personalizar el acontecimiento. En este contexto, hasta la emisión en directo pasa por el montaje. En cine se monta después del rodaje; en televisión se hace al mismo tiempo que se filma y mientras tiene lugar la competición. El acontecimiento deportivo es continuo, pero su transmisión es continua y discontinua, lineal y fragmentada: conjuga tiempo real y tiempo pasado, tiempo de la velocidad objetiva y tiempo a cámara lenta. (…) superproducción y megaespectáculo.

Gracias a la multiplicación de las cámaras, el telespectador ve el evento desde todos los puntos de vista, de cerca y de lejos, desde arriba y desde los laterales, en plano general y en primer plano. Más aún, las repeticiones y todas las cámaras lentas consiguen dar a la imagen deportiva una fuerza estética perceptible y al mismo tiempo hiperreal. (…) A semejanza de lo que ocurre en el cine actual, no se trata sólo de mostrar imágenes, sino de emocionar al espectador, de llegar más directamente a sus sentidos (…) lo que cuenta aquí no es ya el deporte, sino la estética fílmica, no el jugador, sino la estrella, percibida como tal por el ojo de un público educado por la mirada cinematográfica».

En definitiva: pescado. Cocinado, pero pescado. Podrá ser incluso más elaborado si la cocina es buena y el paladar lo aprecia. Podrá ser más real que la realidad misma, pero no realidad. No es pez. Es pescado. No es en vivo y en directo sino In vitro y en directo.

Vean televisión, no la consuman o serán consumidos por ella.