Esta vez no hablamos del medioambiente simbólico, sino del puramente físico. Parece que a la pérdida de tiempo —de tiempo y energía—, a la contaminación simbólica de contravalores, a la metamorfosis de nuestros hábitos cerebrales, se añade ahora el peligro físico — ¡qué miedo! —en el uso continuado y excesivo de algunas tecnologías electromagnéticas.
Os cuento la noticia que da un suelto que aparece en un semanario XL Semanal firmado por E.F. y que no logro enlazar, pero que dice en síntesis más o menos lo siguiente:
Nadie, por ahora, se atreve a decir que las radiaciones electromagnéticas (las del móvil, las del Wi-Fi…) sean nocivas, pero nadie tampoco se atreve a decir lo contrario. Por lo pronto la OMS ya admite la posible correlación entre los móviles y algunos cánceres.
Algunos testimonios autorizados:
María Jesús Azanza, catedrática de Biología celular: «En Europa ya empiezan a retirarse las redes Wi-Fi de las escuelas reemplazándose por el cable»
Ceferino Maestu, director del Laboratorio de Bioelectromagnetismo de la Politécnica de Madrid: «El cerebro de los niños está en formación y los campos electromagnéticos pueden afectar su desarrollo».
Ramón Villaamil, director de canalbienestar.com: «A través de la piel entran en el cuerpo nutrientes, como el aire, y tóxicos como la electropolución. El cuerpo tiene una capacidad limitada de eliminar tóxicos. Pasado ese límite, dañan el organismo. No se sabe con certeza cuál es ese límite, pero sabiendo que lo hay ¿no deberíamos evitarlos?»
Y algunos hechos:
Francia ha prohibido los anuncios de móviles dirigidos a menores.
En España hay una fundación que promueve el movimiento Escuela sin Wi-Fi.
Es lo que hay. Por ahora.
Sorprendente me parece que a estas alturas aún no sepa la ciencia si las dichosas radiaciones son dañinas o no y en qué cantidad. Yo, directamente, no me lo creo, es decir, creo que lo sabe. Se me escapa cuál es el gato encerrado que hay detrás del asunto, pero estoy seguro de que lo hay.
José Luis.
No tengo idea de cuanta agua puede llevar este río. Lo que es claro es que hay mucho dinero, intereses, puestos de trabajo, etc… en juego. Y eso no ayuda.