Hemos hablado aquí a menudo del universo de la televisión: ese magma, ese puré compuesto de telediarios, concursos, reallities, series, anuncios, talk shows, deporte, más anuncios, petardeo, cine, famoseo, anuncios otra vez y promociones… Pero ¿qué rasgos tiene ese universo? ¿Qué contorno y qué límites? ¿Qué contiene el mediambiente simbólico creado por el entorno televisivo?
El mundo de la tele es espectacular. Necesita serlo. Lo que se vende debe ser llamativo. Y el espectáculo es siempre algo alejado de lo cotidiano, de lo próximo, de lo verdadero. Así el mundo-espectáculo de la televisión se aleja de nuestra realidad diaria mientras lo introducimos en nuestras conversaciones cotidianas como algo familiar y cercano que formara parte de nuestras vidas.
Es un mundo más elegante y más rico; más lleno de guapos y guapas; más masculino y menos femenino no porque haya menos mujeres, sino porque su existencia audiovisual está medida, como reclamo, desde los ojos de los hombres; más urbano y menos rural; más conflictivo y menos dialogante; más ajetreado y menos pausado; más rápido; más elemental, más ordenado, más uniforme, más simple; tiene un perfil de edad mayoritario entre los 25 y los 45 años; de talla no normalizada; los ancianos y minusválidos aparecen poco y cuando lo hacen siempre con tono dramático o morboso; los jóvenes parecen viejos y los viejos son demasiado jóvenes; abundan los abogados, los médicos, los artistas, los policías, los delincuentes, los deportistas, los políticos y los periodistas; la muerte natural no existe, pero la vida es mucho más morbosa, violenta y sensual que la real.
¿Quizá los telediarios reflejan mejor el día a día?: más del 65% de las noticias provienen de fuentes oficiales; el 52% de los entrevistados son políticos, sindicalistas, deportistas, empresarios, actores o intelectuales; el 82% son hombres y el 18% mujeres; el 42% llevan corbata; el 90 % es información negativa, espectacular o, de nuevo, morbosa, como en el resto de la TV.
Contiene toneladas de imágenes publicitarias; de patrocinio, autopromoción y teletienda.
Y, lo peor de todo: cada día, a las mismas horas, penetra en millones de hogares y es compartido por millones de personas de manera unidireccional como ningún otro fenómeno social.
Decía Federico Fellini, que el llamado “universo electrónico” «es como tener en casa una boca abierta que lo vomita todo de forma matemática y estúpida. Es como si la guerra, la religión, todo, Dios incluido, pasara por una batidora que lo hiciera todo puré: todo se desintegra en partículas mínimas, destruido para siempre».
Fellini dixit.
Vean televisión, no la consuman o serán consumidos por ella.