Tomeu Orell de Palma de Mallorca, lector del XLSemanal, escribe en el Blog del Cartero esta pequeña crónica de autobús nostálgica, irónica, actualísima y muy medioambiental:
«El autobús es el lugar ideal para el chafardeo 1.0, aquel que tanto nos gustaba cuando no teníamos Wi-Fi, 4G ni leches. Tiempos en los que los más cotillas, a falta de conversaciones entre terceros en Twittewr o Facebook, se conformaban con dejar los oídos al loro. Se trataba de escuchar, disimuladamente, las charlas ajenas y entrar en mundos que te podían llevar a dimensiones desconocidas. ¡Qué tiempos!
Acaban de entrar en el autobús tres adolescentes que, aunque no lo sepan, parecen más inteligentes que sus smartphones. Uno de ellos lee en voz alta un tuit: «Squash, gimansio y spa para los presos», que enlaza con el clásico artículo que hemos leído mil veces; pero esta vez se refiere a la vida en chirona de los plíticos baleares condenados por corrupción. La lectura de su día a día se ve jalonada de comentarios irreproduciblesd sobre ellos y sus señoras madres, hasta que el lector hace una parada solemne, mira a sus dos amigos y proclama: «No tendrán acceso al móvil durante sus años de condena». Y sus dos amigos farfullan:»¡Qué cabronada! ¡Cómo se han pasado!» E intuyo que, según ellos, el concepto de privación de libertad, sin WI-Fi, 4G ni leches, ha cambiado radicalmente»
A peor, naturalmente.
Sí, es verdad, ¡qué tiempos! Recuerdo que lo de «dejar los oídos al loro» suscitaba división entre la población. Unos lo practicaban abiertamente y nutrían las reuniones de relatos obtenidos de tal modo y otros, casi siempre por una suerte de pudor, se incomodaban mucho al pillarse escuchando las conversaciones ajenas. Hoy parece que la gente habla menos en ámbitos públicos; así la ocasión de viajar en transportes colectivos.
Pues sí, ciertamente, haya cambiado o no el concepto de privación de libertad, el hecho de la privación de comunicación me parece una pasada y una cabronada, sean quien sean los reclusos. Me parece un «más a más» injusto e ilegal toda vez que el derecho a la comunicación, además de ser un derecho natural, está explicitado en nuestra Constitución.
José Luis
¡Hombre, amigo!… Ten en cuenta que el móvil no es el único medio de comunicación para un preso… Hay vida después del móvil y también hay comunicación posible. La privación de libertad es ya una restricción -la más grave- a la comunicación. Pero sigue existiendo el vis a vis, las cartas, el teléfono fijo… etc… Supongo que la restricción del móvil tendrá algún significado penal técnico propiciado por la vida misma en la prisión. También nosotros en el cole prohibimos el uso del móvil, por razones obvias.
Los presos también tienen hijos, nietos, amigos, intereses intelectuales,… No permitir el uso de móviles en las aulas es algo que no requiere justificación: es obvio. Como no la requiere que no los usen los futbolistas mientras juegan un partido o los conductores del tranvía mientras dure su servicio. Pero todo ser humano tiene derecho a un tiempo de asueto en su actividad cotidiana. No veo yo mayor problema para conciliar el derecho de comunicación de los presos (por todos los medios disponibles hoy en día) con el control «técnico», ajustado a su condición, de sus comunicaciones.
José Luis
Creo que lo polémico no es si los presos pueden o no tener teléfonos móviles en prisión, sino que los chicos consideren eso como lo más serio de sus condenas. Realmente ha cambiado la concepción de la ‘cabronada’.
La privación de libertad física que supone una condena de cárcel puede ser justísima o no, pero la privación de comunicación familiar y de cualquier tipo, por los medios tecnológicos disponibles hoy en día, me parece un «más a más» que afecta gratuitamente a la dignidad de los reclusos y la considero, como los adolescentes de la crónica, una auténtica «cabronada». Y teniendo yo mucha mayor edad que ellos (nativos digitales, ítem más) el «cambio de concepción» me corresponde más a mí que a estos.
José Luis