Después de este parón veraniego, creo que es una buena manera de comenzar esta nueva temporada con un vídeo de palabras. Ya sabéis la importancia que le damos aquí a la palabra como instrumento privilegiado de humanización frente a la hegemonía digital de las imágenes que nos ha tocado vivir. Y Casciari presencial, en vivo, en papel o en vídeo es, sobre todo palabra. Y palabra humanísima.
Debajo de ese lenguaje cuidadoso, comedido y exacto, debajo del señuelo del fínísimo humor con acento argentino, hay la reflexión profunda de una denuncia dramática en relación con nuestra relación con las pantallas. Casciari denuncia la desaparición de lo trágico en la vorágine banal de lo digital, «la desaparición de la incertidumbre» en la eficacia de lo tecnológico, la privación de la aventura «por culpa de la conexión permanente» y la comodidad del «sofá» desde donde creemos manejar el mundo o ingenuamente conocerlo y dominarlo con nuestros aparatos digitales y nuestras pantallas mientras el mundo se mueve a nuestro alrededor sin que nos demos cuenta, sin nuestra participación, sin que vivamos en él.
La vida no puede dejar de ser trágica sin dejar de ser vida. Solo puede adormecerse en un espejismo de desdramatización provocado por la ausencia de la presencia, de las continuas interrupciones que trocean nuestra atención, de la contemplación de las vidas ajenas mientras dejamos de vivir la nuestra, de la desaparición del presente ahogado en la virtualidad intemporal. Ese sofá de la distracción que nos aparca en un paréntesis inacabable de esperas: «espera que conteste, espera que me informe, espera que navegue, espera que escriba…». Espera que mire la pantalla antes de mirarte a ti o antes de mirarnos a nosotros mismos. Antes de seguir viviendo.
En efecto: «Nuestras tramas están perdiendo el brillo, las escritas, las vividas, incluso las imaginadas» porque nos estamos banalizando, trivializando, «nos estamos conviertiendo en héroes perezosos» que miran siempre hacia otro lado.
Usa la tecnología, no la consumas o serás consumido por ella.
Se lo envío a mi hijo y me dice que ya lo había visto en España, antes de ir a vivir a Chile, hace unos diez años. Y que gracias por mandárselo porque lo tenía en la memoria pero muy difuso, como entelado por las arañas, sin poder recuperarlo…
Cuento esto para ilustrar la universalidad temporal del argumento que nos presenta Casciari. Me ha encantado el post, Pepe.
gracias,amigo.
recuerdos a Chile.