Un extraordianario vídeo de Marta Peirano en Ted Talks Madrid que me manda José Luis.

A la NSA no le hace falta utilizar toda la tecnología -que posee y sobrada- para saberlo todo de cada uno de nosotros. Somos nosotros quienes le damos toda la información que necesita porque desde la irrupción de la tecnología digital «vivimos en casas de cristal». No hace mucho tiempo, la violación del correo de papel o el pinchazo de una línea telefónica eran delitos si no estaban autorizados por un juez. Y provocaban escándalo o, como se dice ahora ‘alarma social’. Nuestra vida personal estaba protegida por la ley. La privacidad era un derecho inalienable. Cada casa era una «república independiente» que protegía la intimidad de sus habitantes. Los servicios secretos de las dictaduras se las veían negras para reproducir la vida de aquellos a los que querían vigilar incluso saltándose la protección de las leyes. La película Enemigo Público del año 96 se ha quedado completamente obsoleta.

Hoy, nuestro smartphone, nuestro ordenador, nuestra navegación por la red, los chips incorporados en nuestras tarjetas de identidad, de crédito, de socio de la librería o del supermercado… son una fuente inagotable de información involuntaria e incesante; y nuestras actividades en internet, en las redes sociales, en el correo electrónico, en videoconferencias…, en todos esos maravillosos instrumentos de telecomuncación y Apps que ponen a nuestra disposición gratuitamente diversas empresas multinacionales, construyen un enorme bloque de información de nuestra existencia personal entregada voluntaria aunque inconscientemente a sus bases de datos con las que generan miles de millones de dólares de beneficio para sus accionistas sin que intervenga para ello ningún juez ni haya ley que lo prohíba. Y de alarma social nada de nada.

La alegría y la inconsciencia con la que vivimos esta experiencia de comunicación es asombrosa. Como dice Marta Peirano, lo malo -siendo muy malo- no es la existencia de agencias de información, gobiernos vigilantes, compañías que comercian con nuestros perfiles de consumo, delincuencia organizada que tienen acceso a toda esa información. El problema es que la existencia misma de esa información nos hace a todos vulnerables hasta un punto que no nos podemos ni imaginar ni anticipar y constituye una auténtica enfermedad para una verdadera democracia.

Yo ya estoy usando TOR y me estoy informando sobre cómo encriptar mis comunicaciones. Y de hacerme socio para que me den el tupper, nada de nada. Gracias, Marta.

Referencias

Por esta vez, una de  ¿ficción?

P.S.: Incluyo aquí el enlace que nos manda Fernando en su comentario. Excelente complemento.

Yasha Levine: “En 2013 Tor recibió el 90% de su financiación del gobierno estadounidense”