Hoy es viernes santo y, en este análisis que de cuando en cuando hacemos sobre la mirada, no es mal día para mirar a Dios. Un Dios invisible al que se puede mirar, pero que se hace difícil de ver y que, por tanto no es buena materia para un Medioambiente fundamentado sobre todo en la imagen, en la apariencia; y en el que el ser es constantemente desplazado por el parecer.
¿Mirar a Dios entre este bombardeo de imágenes que solicitan nuestra mirada?
«Nuestra sed de sensaciones es tal, que, como con la comida, preferimos lo que nos entra exteriormente por los ojos a lo que pasa a la sangre y se incorpora oscuramente a nuestra sustancia.»
¿Miraremos quizá lo que nos dictan los medios?
«”Saborean con boca ajena y juzgan sobre la realidad de las cosas, más por lo que oyen que por lo que les dictan sus propios sentidos” (Lucrecio, V) Ya no ven en el mundo más que el polvo que se les echa a los ojos y sólo el sonido del timbal halla eco en su corazón».
¿En los indicadores de las modas y las últimas tendencias?
«La moda pasa tan rápida que es inútil esforzarse en seguirla. Más que seguir, lo que hay que hacer es tomar altura: no adherirse servilmente a lo que pasa, sino elevarse hacia lo que permanece. … El sabio, decía Nietzsche, no debe ir a coro con su tiempo, ni siquiera debe saber cómo se va a coro».
¿Dónde mirar entonces?
«No hay nada más discreto y menos enojoso que el yo de Dios: estar en todas partes es el medio más seguro de pasar inadvertido.»
El mundo es el vestido de Dios
«El mundo es el vestido de Dios, y el infinito pudor del Creador hace posible ese trágico equívoco entre el vestido y el cuerpo que llamamos error y pecado.»
Creemos ver, y no vemos lo que creemos
«“Sin duda eres tú, puesto que no te veo” decía Lamartine. Creo en lo que no veo, pero muchas veces dudo de lo que veo: del mundo sensible, de las cosas finitas, de todas esas apariencias que se llaman realidades. La existencia de las criaturas me parece ilusoria e incierta en la medida en que se separan de su fuente, donde puedo comprenderlas y poseerlas.»
Creo en lo que veo a través de Dios, al que no veo. Esa huella de infinito que queda impresa en lo finito, ese rastro del misterio, esa irradiación de lo desconocido y lo invisible que lo atraviesa y lo trasciende todo.»
«Los seres y las cosas terrenas –todas y cada una de las sombras de la Caverna– son a la vez reflejos de Dios y velos que lo ocultan.» «Siempre y en todo momento le abrazamos bajo las apariencias que lo ocultan; creemos amar y perseguir esas apariencias: en realidad sólo le amamos y le buscamos a Él.»
Todo depende de nuestra mirada
«Todo depende de nuestra mirada: cuando la visión interior se añade a la que aportan los sentidos, vemos la realidad invisible al mismo tiempo que la apariencia sensible: la apariencia se transforma en aparición. Es el secreto de los poetas y de los místicos: la unidad del mundo sensible y del mundo espiritual. El instante, reproduce la eternidad, liga lo que pasa a lo que permanece.»
Nuestra mirada ciega ante la luz
«El conflicto entre la tierra y el cielo sólo existe en la medida en que nosotros mismos nos obcecamos. No es la luz la que falta a nuestra mirada, sino nuestra mirada la que falta a la luz.»
«La luz es invisible como las tinieblas. Lo que se ve no es la luz, sino los objetos iluminados. Del mismo modo, el místico no ve a Dios, sino que ve el mundo iluminado por el fulgor divino».
El mismo año en que yo nacía, Gustave Thibon, escribió estas y otras cosas en Nuestra Mirada Ciega ante la Luz.
Se trata de otra mirada y de otra luz.
Y por ser Dios invisible una manera apropiada de mirarlo es con los ojos cerrados; la manera propia de la oración. En la oración no nos interesan las cosas sino las palabras; aguzamos el oído esperando escuchar la voz del Verbo. El mismo que se encarnó en María, la virgen, se hizo Hombre y habitó entre nosotros. El mismo por el que yo existo y todas las cosas fueron creadas.
Lo que tenemos, por lo común, es una mirada sorda.
José Luis
Ciega y sorda ante lo no visible. Ciega y sorda ante el misterio. Agucemos la vista y el oído, compañero.